La profunda simplicidad de un tal Príncipe.

 "Es la obra más hermosa que he leído", comentó mi padre alguna vez, mientras sacaba de su biblioteca personal un libro viejo, casi al borde de su descomposición, pero que él sostenía con mucha delicadeza y cariño. Me pareció curioso, lo había visto leer muchas veces y su trato con esas otras obras literarias era muy diferente al que estaba observando, un trato más rústico y con menos respeto. “El principito” se leía en la portada, mientras se observaba el dibujo de un niño y una rosa. Pensé que era un cuento para niños. 

En ese momento no conocía a ese tal principito, a mi corta edad solo se infería una cosa: Era un príncipe, claramente. Mi papá no es una persona de muchas palabras, siempre quiso hablar conmigo a través de la literatura y ese libro fue una de sus principales herramientas para que, a pesar de múltiples circunstancias, tanto la lectura como las letras impresas en los libros tuvieran belleza y un lenguaje particular. Obviamente no me interesó, lo habré leído unas cuantas páginas con desatino y sin entender ni una palabra, más allá de las frases que se desprendían en cada hoja pero sin saber sus connotaciones. Era muy joven. 

El tiempo hizo lo suyo y volví a escuchar a una profesora de primaria: "El principito es una obra hermosa de Antoine de Saint-Exupéry y es la lectura que vamos a empezar a leer en las siguientes clases". Qué suerte la mía, recuerdo haber expresado en mi infantil mente, era mi momento de brillar ante mis amiguitos, ya había leído el libro, por lo tanto, consideraba que ya conocía todo lo que tenía que saber del tal príncipe. 

Recuerdo preguntarle a mi padre nuevamente por ese libro viejo, sus ojos se llenaron de una alegría que en ese momento no supe interpretar, me agarró de la mano y me dijo "abre la biblioteca con cuidado, es ese libro que está ahí" mientras señalaba con el dedo. Lo agarré con cuidado, le pregunté si era posible llevarlo al colegio al día siguiente, asintió con la cabeza y me fui. 

Empezar a leer el libro con la clase fue una experiencia diferente, a medida que íbamos avanzando en la lectura, la docente nos explicaba lo que se podría estar interpretando, algunas personas entendían y otros, como yo, mayormente masculinos, cuestionábamos cómo una persona podía estar hablando con una rosa y un zorro, una tontería inmensa para nosotros, aunque caricaturesco para nuestros contextos. ¿Frases hermosas? ¿Dónde? No entendíamos nada. 

A los días terminamos de leer el libro y al culminar, un amigo empezó a llorar, nadie entendía qué pasaba. La profesora muy feliz se le acercó y le dijo "Me alegra que lo hayas disfrutado. ¿Lo entendiste?" Mi compañero dijo que sí con una sonrisa gigante en su rostro. Nuevamente sentí que no entendí cuál era el sentido de la lectura. 

Crecer es una cosa curiosa, uno va adquiriendo conocimientos pero a veces no sabemos lo que aprendemos. Sin embargo, el tiempo me enseñó que Antoine de Saint-Exupéry fue un aviador y escritor francés, que su historia fue arriesgada y aventurera en su carrera de aviador, lo que lo llevó a conocer diferentes lugares, personas y culturas. Tiempo después, durante un periodo de gran inestabilidad y agitación, se encontraría exiliado en Estados

Unidos, lejos de su amada Francia ocupada por los nazis. En ese tiempo, se había ofrecido para servir como voluntario y fue en ese contexto de guerra que nació "El principito". 

Conocer esta información, ya entrando en mi adultez, fue una revelación, esa obra que había leído de niño era algo escrito en guerra y que ha sido alabada por todos, especialmente por mi papá como una obra maestra de la literatura y más que eso, una obra hermosa. Esto llamó mi atención nuevamente, tenía que entender, la curiosidad pudo más que mi testarudez de no querer aceptar que nunca lo entendí o que simplemente no encontré esa belleza de la que tanto hablaban las personas, así que volví a recurrir a ese libro viejo que tenía mi viejo en su biblioteca privada. 

Leí, leí, y leí, me enganché. Cuando menos lo esperé, me enamoré. Terminando esas últimas páginas, solo hacía reflexiones y cuestionamientos sobre la vida del autor, su punto de vista y si ese piloto varado en el desierto era el autor. ¿Por qué la rosa era vanidosa? ¿Qué quería representar el principito con los diferentes viajes que realiza? ¿Aspectos de la sociedad y condición humana? Que además, en ese momento se encontraba en guerra ¿cómo alguien puede pensar en belleza y en el otro, mientras la crueldad acecha tu puerta? Ahí me di cuenta, el autor lo había logrado, sentía un nudo, quería saber qué quería decir, la reflexión sobre la vida y nuestra relación tan delicada con el mundo que nos rodea. 

La sociedad atrapada en sus rutinas sin saber cómo conectar con los demás. La soledad, la necesidad de cuidar las relaciones del amor y paciencia. La relación del principito con la rosa, luego de forma similar con el zorro, es un recordatorio de que la verdadera amistad y el amor requiere esfuerzo y atención constante porque de lo contrario se marchita o muere. "Uno es responsable para siempre de lo que ha domesticado", ¡qué frase tan profunda pero tan simple! 

Definitivamente, la novela es esa obra maestra de la que me habían mencionado, es una reflexión de vida y un punto de inflexión para cualquier lector, no a nivel literario, sino a nivel de experiencia y vida. Una profunda simplicidad con alto grado de complejidad, la increíble profunda simplicidad de “El Principito” 

Hoy, en mi mente puedo volver a poner ese libro viejo en su lugar, esa biblioteca de madera privada que se encuentra apartada en un lugar del estudio de mi hogar, pero esta vez, ya no estoy ahí para guardarlo, estoy lejos, en otro planeta como el principito y recuerdo a mi padre que al igual que el personaje ficcional siempre me mostró la importancia de mantener la viva la niñez en nuestro interior, que hay que valorar las conexiones humanas y mirar al mundo con ojos inocentes, que la verdadera riqueza yace en lo intangible: el amor, la amistad y la belleza de la vida. Mi padre es un aviador, un escritor, un amigo, una rosa, un zorro, un principito, una enseñanza. Recuerdo sus palabras con vigencia y su alegría al presentarme al tal príncipe, y ahora puedo coincidir con él, puedo decir sin ninguna duda, que es la obra más hermosa que he leído.


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