La historia de una luchadora: De la memoria a la verdad.
Tuve el privilegio de conversar con una persona cuya vida ha estado marcada por la búsqueda incansable de la verdad y la justicia. La Sra. Victoria, quien a petición, nos pidió no revelar su apellido para esta entrevista, a través de sus palabras, conoceremos una historia de lucha y superación que se enmarca en capítulo oscuro de la historia argentina.
¿Qué significa la fecha del 24 de marzo para usted?
Un ejercicio de memoria que debemos hacer siempre. Esa dictadura desapareció a muchos, entre ellos a mi papá y a mi mamá, mi tío… y así se replican los nombres de mucha gente que soñó con una patria distinta. Por eso seguimos en búsqueda de la memoria, la verdad y la justicia. Siempre doy el ejemplo de fuerza de las madres y abuelas. Yo fui una bebé secuestrada con tan solo 13 días cuando entraron a nuestra casa y nos desaparecieron. Durante 26 años fui hija de un coronel del ejército, el mismo que desapareció a mis padres. Y durante 25 años tuve un nombre diferente al que tengo hoy. Durante toda esa experiencia de vida, mi “padre” me había enseñado que los argentinos habíamos alcanzado la guerra para obtener la paz, que él había realizado un patriótico empeño, junto a los argentinos de bien, que acompañaba a las fuerzas para erradicar ese foco subversivo que trataba de instalar ideas ajenas al sentir nacional. Fue durante todo ese tiempo que repetí eso en mi cabeza todos los días, hasta que llegó la verdad, llegaron las abuelas… resistidas por mí, como tantos que conocí, que nos resistíamos a que todo fuera mentira. Era mi padre del que hablábamos. Luego llegó la conciencia de que tenía que aceptar la historia, además de necesario dejar esa historia atrás y esa verdad tremendamente dolorosa. Mi papá me tuvo que contar que mis verdaderos padres no murieron esa noche, como en principio me decía, sino que los tuvieron retenidos en un centro clandestino, tengo entendido que fue en Campo de Mayo, donde fueron mutilados y luego arrojados vivos al río de la Plata. Gracias a las abuelas y a la democracia, también a Alfonsín por el banco nacional de datos genéticos, que hizo que esas mujeres, las “locas de la plaza”, como las llamaban, pudieran comprobar que yo había nacido y que quienes estuvieron en mi vida durante tanto tiempo fue una mentira. Impostores que, de manera inhumana, porque no tiene otro nombre, se hacían pasar por alguien que no eran.
¿Considera usted que las acciones que se
realizaron en Argentina ayudaron y ayudan a saldar esa deuda con la historia?
Sí, el Plan Cóndor no solo se realizó en
Argentina, sino en toda América Latina. Nosotros somos los únicos capaces de
hacernos cargo de nuestra historia. A diferencia de otros países, nosotros no
tapamos las fosas comunes. Nosotros identificamos a cada uno de esos argentinos
desaparecidos, algo que, sin importar de qué color político seas, me llena
enormemente como ciudadana.
¿Considera que la memoria activa es importante
para la democracia?
Obviamente, y de ahí la importancia de que se establecieran los Derechos Humanos como políticas de Estado. Identificamos a todas las personas que se desaparecieron, porque las desaparecieron, y lo seguimos haciendo hasta el día de hoy. La memoria es importante. Hacer memoria es cada vez más importante trabajando en una Argentina cada vez más democrática y fuerte con sus lazos en la historia. No hubo, para que se entienda bien, dos demonios… hubo un solo estado terrorista que definió desaparecer 30,000 personas. Porque ellos pensaban que esa subversión de la que hablaban era peligrosa porque, según ellos, esas personas eran capaces de contagiar una idea de cambio.
¿Contagiaban algún tipo de criterio
político-ideológico y por eso hacían lo que hacían?
Los militares pensaban que ese grupo de personas que iban a poder cortar ese
miedo que ellos ejercían, eran verdaderamente unos hijos de puta, porque fíjate que
ellos pensaban que lo que esos “subversivos” lo que contagiaban era esperanza,
de que existiera una posibilidad, aunque sea poca, de cambiar la realidad de aquel
entonces. Mis viejos, mis verdaderos padres, eran militantes del Ejército
Revolucionario del Pueblo, estaban absolutamente convencidos de que habían
venido al mundo a transformarlo todo, decidieron traerme al mundo y muchas de
nosotros nos llamamos o tenemos un segundo nombre “Victoria” porque decían que
la victoria estaba a la vuelta de la esquina. Los desaparecieron, los
torturaron, los robaron, y la dictadura solo dejó un cabo suelto porque eran
brutos y asquerosamente misóginos. Es así como ellos dejan al grupo de mujeres
que me mostró la verdad, la mentira a la que me tuvieron sometida durante 25
años, porque ellos simplemente pensaron que como mujeres no iban a poder lograr
un carajo, y ellas se organizaron y es por ellas y gracias a ellas que hoy
estoy acá con ustedes
¿En algún momento ha sentido rencor o algún
tipo de pensamiento de ese estilo?
Hoy, ya no. A veces pienso cuando se acerca
marzo qué habrá pasado por la mente de ese militar que dio la orden, porque la
verdad hay que estar loco para empezar a hacer lo que hizo, no se debe tener
los patitos en fila ¿Sabes? Para cooperar con esa aberración a la humanidad,
con esa crueldad, con esa maldad.
¿Luego de enterarse de la verdad tuvo problemas
para identificarse con su historia?
Sí, obvio… Por supuesto, tarde muchísimos años
en recuperar mi identidad porque sinceramente cuando me encontraron las
abuelas, lo que sentí fue vergüenza, mucha vergüenza. Sentí que era una sangre
sucia porque supuestamente era hija de esa subversión que mi padre había
combatido por muchos años y no entendía y no aceptaba lo que habían hecho mis
verdaderos padres porque para mí, el sentido de “política” era una mala palabra
y todo ese proceso que conllevaba. Es por eso que me da bronca, cuando se
escuchan esos discursos negacionistas que protegen esa versión de los dos
demonios y la juventud de hoy no termina de entender la importancia de toda
nuestra historia y lo potente de nuestra democracia. Aún hay miles de hijos
perdidos, la memoria sigue incompleta, obviamente, por eso el deber de los
chicos defender esa democracia que tanto dolor y tristeza nos costó.
Escuchar esta historia fue una experiencia muy fuerte, que incluso como extranjero me atravesó en un sin fin de maneras que no sabría traspolar a la escritura. La fuerza y valentía con que la Sra. Victoria se enfrentó a su pasado, reconstruyendo su identidad y enfrentando la verdad, se puede considerar como una forma constante el recuerdo de la importancia de preservar la memoria activa y luchar por la justicia en cualquier rincón del mundo. Como oyente, no pude evitar sentir una profunda empatía y admiración por esta valiente mujer y todas las personas que, como ella, han enfrentado momentos difíciles y han perseverado en la búsqueda de la verdad. Esta entrevista podría atreverme a decir, que ayuda reflexionar sobre la importancia de conocer la historia sin importar el país del que se provenga, aprender de ella y trabajar para construir una sociedad más justa y solidaria.
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