Una navidad significativa
Si definimos la Navidad desde lo emocional, es una celebración llena de alegría, amor y gratitud. Sin embargo, a veces la vida nos enseña que no toda verdad es absoluta y que no todas las Navidades son hermosas; a veces, la realidad llega y nos muestra que todo es efímero, un lazo que se desvanece en un abrir y cerrar de ojos.
Se acercaba la Navidad, y mi madre se emocionaba. Normalmente, solíamos viajar a casa de mi abuela, que vivía en una provincia distante. El viaje hasta esa cálida tierra me parecía largo y tedioso, pero al recordar el regocijo y el cariño de mis parientes, esos pensamientos se desvanecían. Tomábamos un colectivo, la mal llamada ‘camionetica’, haciendo transbordos en diferentes provincias para abaratar costos. En ocasiones, esto resultaba en una mala decisión, especialmente cuando quedás varado en medio de la nada debido a un problema técnico, mientras veíamos cómo otros autos pasaban cómodamente.
Allí estaba yo, jugando en el suelo, persiguiendo insectos, mientras mi madre descansaba bajo un árbol. Un hombre gordo se esforzaba con determinación para poner en marcha un motor viejo que lo había llevado a alcanzar sus metas. Finalmente, logramos reanudar el viaje, a pesar de la lluvia constante que, para algunas culturas, podría considerarse un mal augurio.
Al llegar a nuestro destino, sonó el teléfono. Era mi tía, y de repente, la alegría y el cansancio que sentíamos por llegar a casa de mi abuela se transformaron en lágrimas y sollozos silenciosos, para que yo, siendo aún un niño, no me diera cuenta de lo que estaba ocurriendo. Mi tía nos informó que mi tío había fallecido. Ser niño es vivir a un ritmo acelerado, pero en ese momento, el tiempo se detuvo mientras asimilábamos la noticia. Así es como todo puede cambiar, de la alegría a la tristeza, de la emoción al desespero, de un sentimiento de vida a la muerte.
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